El trazado del GR-48 a lo largo de toda la Sierra Morena Cordobesa constituye un espacio casi continuo no solamente en lo referente al medio natural sino al patrimonial y al histórico, unido ineludiblemente al factor humano. Recordemos que nos encontramos ante una comarca natural continua fiel reflejo del entorno.
Geología
El itinerario a través la provincia de Córdoba discurre por la falda de la sierra internándose en ocasiones en la vega del Guadalquivir. Son materiales en su mayoría de la era primaria correspondientes al paleozoico: pizarras, grauwacas, batolitos graníticos…
En las primeras etapas aparecen retazos calcáreos del mioceno al borde de la Sierra de Hornachuelos, ricos en fósiles de organismos marinos. Las terrazas del Guadalquivir acompañarán en las siguientes etapas hasta Almodóvar del Río, para adentrarnos de nuevo en los dominios de la sierra en dirección a Santa María de Trassierra atravesando materiales de le Era Primaria donde predominan las pizarras y las cuarcitas.
En las inmediaciones del valle del Guadalbarbo abunda el granito, tan frecuente en el batolito de los Pedroches. Pero la singularidad de rocas nos asalta en la etapa final de la provincia, al aparecer las areniscas rojas del triásico, conocidas como “piedra molinaza” utilizadas en la arquitectura rural y urbana del entorno de Montoro.
Botánica
La vegetación se haya representada por el omnipresente bosque y matorral mediterráneo con un predominio de encinares con matorral como jaras, lentiscos, acebuches y toda la cohorte de arbustos.
En el sector más occidental el palmito representa el piso termomediterráneo estando su límite de distribución en los alrededores de Almodóvar del Río. Coincide en este sector con el cultivo del naranjo. Conforme nos adentramos en la sierra de Córdoba el bosque mediterráneo alterna con zonas de dehesa mixta de encinas y alcornoques en las que es frecuente la explotación ganadera. Tampoco faltan los cauces fluviales de montaña y en el entorno de Los Baños de Popea y el arroyo Bejarano aparecen bosques en galería plagados de alisos y castaños que delatan el carácter permanente de estos cursos fluviales.
Un acercamiento a la comarca del Guadiato, al norte de Cerro Muriano nos ofrece las vetustas dehesas de encinas que alternan en el Guadalbarbo con olivares de sierra.
Fauna
Los aficionados a la herpetología encontrarán a lo largo del trazado cordobés del GR-48 una buena comunidad de anfibios, con presencia de algunas especies prácticamente exclusivas de la Península Ibérica como sapillo pintojo ibérico, tritones ibérico y pigmeo, sapo partero ibérico, rana común o sapo de espuelas.
Destacan asimismo las poblaciones de odonatos (libélulas y caballitos del diablo) de cauces como el arroyo del Bejarano o los ríos Yeguas y Guadiato, estudiadas por entomólogos desde hace más de 25 años; como resultado de dichas investigaciones se ha comprobado la presencia en Sierra Morena Cordobesa de especies muy escasas y amenazadas de extinción, como Macromia splendens, Gomphus graslinii y Oxygastra curtisii.
En el campo de los mamíferos, los carnívoros raramente se dejarán ver a pesar de su relativa abundancia, con la excepción quizá de algún zorro, meloncillo o nutria. Más factible es el avistamiento de ciervos, muy abundantes en casi toda la Sierra. El lince ibérico, una de las joyas de la fauna española, se encuentra recluido en remotos parajes del Parque Natural de las Sierras de Cardeña y Montoro, aunque recientemente se ha comenzado con su reintroducción en el valle del Guadalmellato en Adamuz. Sin embargo, serán las aves los animales más fáciles de avistar en nuestro itinerario, el cual atraviesa áreas de gran valor para la conservación y para la observación de ornitofauna (de hecho, varios tramos del sendero coinciden parcialmente con algunas de las rutas para observación de aves delimitadas en la comarca). Las grandes águilas (imperial, perdicera y real) mantienen buenos números en la Sierra Morena Cordobesa, ocupando especialmente abruptas zonas de monte y bosque mediterráneo; azores, culebreras europeas y águilas calzadas prosperan en pinares, encinares y alcornocales, mientras que otras especies comunes como el busardo ratonero o el cernícalo vulgar suelen dejarse ver en áreas abiertas, vegas y campos de cultivo, donde asimismo con suerte podremos detectar algún elanio común. Los buitres leonado y negro cuentan con colonias reproductoras en la comarca, por lo que su observación es habitual en cualquier época del año.
Las manchas de matorral son el hogar de las currucas carrasqueña, rabilarga y cabecinegra, la tórtola europea, el zarcero común, la perdiz roja, el ruiseñor común o la cogujada montesina, mientras que en los cortados rocosos y crestas de las sierras podremos ver roquero solitario, avión roquero, escribano montesino, búho real, collalba rubia, los ya mencionados águila perdicera y cernícalo vulgar o –con más fortuna– vencejo cafre o collalba negra. Al abrigo de los ríos y riberas podremos toparnos con coloridos pájaros como el martín pescador común, la oropéndola, el abejaruco o la lavandera cascadeña, así como con garzas reales, garcetas comunes, gallinetas, ánades azulones, agachadizas comunes, escribanos soteños o incluso con alguna cigüeña negra o con el discreto torcecuello. Por último, abubillas, rabilargos, verderones o mochuelos serán algunos de nuestros acompañantes al pasar por olivares, huertos y zonas agrícolas.